I
Bien sabe Dios que siempre me arrancan tristes lágrimas
aquellos que nos dejan,
pero aún me lastiman y me llenan de luto
los que a volver se niegan.
¡Partid, y Dios os guíe..., pobres desheredados,
para quienes no hai sitio en la hostigada tierra;
partid llenos de aliento en pos de otro horizonte,
pero... volved más tarde al viejo hogar que os llama.
Jamás del extranjero el pobre cuerpo inerte,
como en la propia tierra en la ajena descansa.
II
Volved, que os aseguro
que al pie de cada arroyo y cada fuente
de linfa transparente
donde se reflejó vuestro semblante,
y en cada viejo muro
que os prestó sombra cuando niños erais
y jugábais inquietos,
y que escuchó más tarde los secretos
del que ya adolescente
o mozo enamorado,
en el soto, en el monte y en el prado,
dondequiera que un día
os guió el pie ligero...,
yo os lo digo y os juro
que hay genios misteriosos
que os llaman tan sentidos y amorosos
y con tan hondo y dolorido acento,
que hacen más triste el suspirar del viento
cuando en las noches del invierno duro
de vuestro hogar que entristeció el ausente,
y en las eras sollozan silenciosos,
y van del monte al río
llenos de luto y siempre murmurando:
"¡Partieron...! ¿Hasta cuándo?
¡Qué soledad! ¿No volverán, Dios mío?"
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Tornó la golondrina al viejo nido,
y al ver los muros y el hogar desierto,
preguntóle a la brisa: -¿Es que se han muerto?
Y ella en silencio respondió: -¡Se han ido
como el barco perdido
que para siempre ha abandonado el puerto!
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