Si medito en tu eterna grandeza,
buen dios, a quien nunca veo,
y levanto asombrada los ojos
hacia el alto firmamento
que llenaste de mundos y mundos...,
toda conturbada, pienso
que soy menos que un átomo leve
perdido en el universo;
nada, en fin..., y que al cabo en la nada
han de perderse mis restos.
Mas si cuando el dolor y la duda
me atormentan, corro al templo,
y a los pies de la Cruz un refugio
busco ansiosa implorando remedio,
de Jesús el cruento martirio
tanto conmueve mi pecho,
y adivino tan dulces promesas
en sus dolores acerbos,
que cual niño que reposa
en el regazo materno,
después de llorar, tranquila
tras la expiación, espero
que allá donde Dios habita
he de proseguir viviendo.
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