Sintiéndose acabar con el estío
la desahuciada enferma,
-¡Moriré en el otoño!
-pensó entre melancólica y contenta-,
y sentiré rodar sobre mi tumba
las hojas también muertas.
Mas... ni aun la muerte complacer la quiso,
cruel también con ella;
perdonóle la vida en el invierno,
y cuando todo renacía en la tierra
la mató lentamente, entre los himnos
alegres de la hermosa primavera.
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